La culpa que me dio trabajar en un proyecto editorial impreso

En un mundo que avanza a pasos agigantados hacia lo digital, ¿qué sentido tiene volver al papel? Esta fue la pregunta que me atormentó cuando nuestro equipo trabajó en la creación de un diario impreso para solucionar un problema de comunicación interna en un cliente. ¡Y sí, lo hicimos y fue un éxito!

Todo comenzó con un desafío que, a primera vista, parecía sencillo pero que escondía una gran complejidad: llegar con información relevante a un equipo de trabajo diverso, donde una gran parte de las personas no cuenta con dispositivos móviles o computadoras durante su jornada laboral. Las vías tradicionales de comunicación interna —emails, aplicaciones y redes internas— simplemente no funcionaban para todos.

Después de muchas sesiones de brainstorming, investigación y debates apasionados, llegamos a una idea que, honestamente, me hizo cuestionar todo: crear un diario impreso. ¿Innovador o anacrónico? ¿Una solución efectiva o un retroceso? Y, sobre todo, ¿cómo conciliamos esto con el compromiso con la sostenibilidad?

El dilema profesional y personal

Como profesional, siempre he creído en la importancia de innovar y adaptarnos al futuro. Por eso, aceptar trabajar en un proyecto que parecía ir en dirección contraria a la digitalización fue, en un principio, un golpe a mis convicciones. Además, el tema de la sostenibilidad pesaba mucho. El uso de papel, en un mundo donde cada vez hablamos más de reducir nuestra huella ecológica, me generaba una culpa difícil de ignorar.

Pero entonces, profundizamos en los detalles. El nuevo canal de comunicación tenía que ser pensado como un medio sostenible, por eso, fue impreso en papel fabricado a partir de residuos de caña de azúcar: un material 100% biodegradable, reciclable y compostable. Esto no solo evitó la deforestación, sino que también alineó el proyecto con los valores fundamentales de la empresa.

El resultado superó nuestras expectativas. Los colaboradores recibieron el diario con entusiasmo. Pasó de mano en mano, cumpliendo su propósito de unir y dar visibilidad a todos los rincones de la organización. Es emocionante ver cómo las personas encuentran en sus páginas historias con las que se identifican y se sienten representadas.

Reflexiones finales

Mirando hacia atrás, este proyecto me enseñó que la innovación no siempre implica lo digital. A veces, la verdadera disrupción está en volver a lo esencial, en redescubrir formatos que, con un enfoque renovado, pueden tener un impacto profundo.

También aprendí que la sostenibilidad no es un camino lineal, sino una constante negociación entre valores y realidades. Al elegir un papel que respeta el medio ambiente, dimos un paso importante hacia la coherencia entre nuestras acciones y nuestras creencias.

Trabajar en un diario impreso me generó contradicciones, sí. Pero también me recordó que las soluciones efectivas son las que responden a las necesidades reales de las personas. Y que, a veces, la mejor manera de avanzar es mirar al pasado con ojos nuevos.

¿Qué opinan? ¡Los leo!

Por Natalia Gregorietti | Líder de proyectos de comunicación en ¡Mg! Consultora

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